Wednesday, November 28, 2007

Todo es aparente


La Habana tiene sus horas felices y yo me he quedado despierta para esperarlas, para aquilatar ese momento oportuno, ese que ahora mismo está entrando por mi ventana. Mi madre duerme en la otra pieza y yo me he enterado que ha llovido por el sonido que hacen los autos sobre el pavimento húmedo de la madrugada. Eso tiene La Habana, lo sabes todo sentada en la mesa de la cocina, sin necesidad de asomarte a la ventana. La Habana es una guerra que perdiste sin echarla. Después de humillarte con un extenuante día, de aplastarte como una cucaracha, de desbordarte con sus pestilencias, con los golpes bajos de una Habana desesperada, de una Habana revuelta, envuelta en el bullicio inquietante, en una madeja intolerante de circunstancias, La Habana, esta poderosa e imprescindible Habana te regala una lluvia, una quietud que renueva, un reposo que ilumina, que te habla de sus mieles y riquezas, de un entorno que te invita a explorar un territorio más allá de los contornos, de los perfiles de una Habana que de día te devora, te trata como una idiota, te despoja de tus brillos, te somete, te atrapa en una sátira, y de noche te susurra al oído su silencio, te mira de reojo, te engatusa, te complica, te enajena, o se hace la loca y te esquiva, pero siempre te regresa una ciudad imperturbable, soberbia, sin miedos, una ciudad con sombrilla y corbata, y bastón, y por supuesto, un clavel en la solapa, donde el fuego arde, las luces lloran, el agua grita y todo sigue igual, pero tu crees que ha cambiado la vida.

1 comment:

pal said...

que texto tan bello a la ciudad de la Habana... no la conozco, pero me emocionó lo que puede dar.