Sunday, May 18, 2008

De setos y de carteras...

Tengo momentos, épocas en que miro hacia abajo, me siento en el patio y miro las hormigas caminar en fila, busco el final de esos senderos, hasta que llego al hueco donde se meten por dentro de la pared, donde ya no puedo ver más, y a veces me entretengo aún en imaginar lo que podria suceder más allá. Tengo momentos en que late más fuerte esa parte piadosa de mí y salgo con mi perro solo para que no se quede solo en la casa, o le dejo el aire acondicionado puesto en días de mucho calor, o salvo al sapo del patio en vez de matarlo con puñados de sal. Los sábados, cuando estoy sola, cojo mi tijera de podar y me voy al frente, tiene que ser bien temprano, y me pongo a emparejar los setos y a desyerbar, pañuelo en mano y gorra en cabeza tomando agua, hasta que el sol seca el suelo o me canso, y me voy adentro plena, con las uñas negras, pero con la gratitud que solo producen las cosas simples, las cosas eternas, como el olor de la tierra.

Tengo momentos en que miro hacia arriba, esos momentos son malos porque nunca que he mirado hacia arriba he visto nada y mira que he buscado.Tengo otros momentos en que estoy en la parte de la escalera que no tiene pasamanos, pero salgo por ahí con la mirada erguida porque dicen que a mal tiempo buena cara.

Tengo momentos en que me lleno de burbujas y salgo a la calle a comprarme una cartera y dibujo un jolongo, una cosa rústica, clara, neutra, de verano, algo fresco que se me antoja perfecto y necesario. Y asi empiezo a deambular por las tiendas hasta que lo encuentro. Lo encuentro a doscientos sesenta y nueve dólares con noventa y nueve centavos, y me digo: no puede ser Niurka, quién diablos te has creído tú que eres para comprarte una cartera de doscientos sesenta y nueve dólares con noventa y nueve centavos? Busco un espejo, me la engancho, me la pongo en el hombro y camino con ella por toda la tienda, en lo que pienso qué hacer, qué hacer con el sentimiento de culpa, no con la cartera, con ella se qué hacer, comprarla y llevármela para mi casa.

Mientras tanto ando con ella tranquila, no vaya a ser que en lo que lo pienso venga una desgraciada y se la lleve así no más, sin pensarlo, que esa clase de gente anda por dondequiera. Con la cartera en el hombro me voy a otros departamentos, me dedico a mirar otras cosas para engañar el sentido, y doy vueltas en círculos hasta que regreso nuevamente a donde estaba, me lleno de valor y la pongo en su sitio. En otro acto de heroísmo salgo de la tienda sin mirar atrás, la dejo ahí, sola, en manos de la desgraciada, que seguramente esta allá adentro ya dirigiendo sus pasos hacia ella.
Monto en el auto, arranco, me voy, llego a mi casa, trato de entretener el sentido y dejo pasar las horas, me acuesto, ... me duermo y me levanto al otro dia, alucinando pretextos. Me digo: si estoy sola, lejos de todos, no le hago mal a nadie, trabajo y me gano mis quilitos, no fumo, no bebo, no tengo hijos, GGGGUUUAAA!!!!, y encima los sábados trabajo la tierra, que viene siendo algo así como ir a la Iglesia; qué menos puedo hacer que comprarme una cartera?