Thursday, June 4, 2009

Atrapada

Tengo un cuento en la memoria, es uno de esos cuentos que se escabulle, un cuento moribundo. Pero tal vez este cuento valga la pena escribirlo, me tiene hace tres días sin salir de la casa, atrapada, presa, es un cuento que no se deja atrapar, pero me atrapa. El tiene mas fuerza que yo, sin duda, me he dado cuenta. No puede ser que lleve tres días frente a la computadora, levantándome sólo para hacer café, o comer algo, que haya empezado a buscar la Teoría del Cuento, y esté leyendo a Horacio Quiroga, a Galdós y a Julito, Cortázar, sólo para ver si ellos me tiran un cabo, me dicen donde buscar. Tal vez el cuento esté debajo de la cama, o en cualquier esquina de la casa, tal vez es un cuento fantasma, tal vez tenga que dejar de pensar en él, o hacerme la loca, tratar de que no se note, como con los hombres, mirarlo de reojo, sólo cuando él no me esté mirando a mí, para que crea que no lo miro, que no me interesa. Porque los cuentos son así, en cuanto saben que te tienen, te dejan, ahí mismitico, plantada, con la ropa puesta, y si te he visto no me acuerdo. He bajado el volumen de todo, para escucharlo, para que se presente, como los muertos, para crearle el ambiente, entonces aguzo el oído, y miro a Perro, que tiene mejor olfato que yo, no vaya a ser que sea él quien lo perciba primero. Me da lo mismo por cual de los once sentidos que tenemos entre Perro y yo, se presente el susodicho, me da lo mismo, más no aparece. Subo el volumen de todo nuevamente, armo una fiesta, con panderetas, con música brasilera, aaaahh lalala lalaralaaaaa lalalalalalaralaaaaaaaaaa, lalalalalararalaaaaaa Brasil, Brasil, brasiiiiiilll, y bien? Nada.
Entonces rezo un mantra, un mantra salvaje, le meto de todo, al mantra, invoco a mis santos más poderosos, le pido a Elegguá que me saque de este celibato intelectual, invoco a todos los seres místicos implicados en mis destinos, con palomas mensajeras, señales de humo y toques de tambor, esgrimo un váculo en el aire, toco campanas, doy cuatro saltos mágicos y bailo desnuda, lucho contra mí misma, me miro en el espejo, tengo las tetas grandes, así se dio cuenta Serrat de que a su techo le hacia falta un poco de pintura, mirando las musarañas. Podría dejarlo todo aquí, en musarañas, más debo decir, que al final el cuento se cimarroneó, pero yo al menos tengo algo que contarles