Hace unos meses estaba en mi casa de La Habana esperando a una amiga para salir, Luanda. Me llamó cuando salía, para avisarme que ya estaba en camino y me dispuse a esperar. Acostumbrada a la espera pasa un tiempo prudencial y yo sigo esperando un tanto preocupada, pero con esa elasticidad con la que uno se preocupa en Cuba, donde no hay peligro de muerte, ni de asaltos ni de secuestros, pero donde todo es un desafío. Como ella no tiene auto lo mismo podia demorar diez minutos que medio día en llegar, o llegar lo mismo en taxi que en una carreta tirada por caballos. El caso es que de pronto entra una llamada y la escucho apelando a mis funciones de abogada. Estaba detenida en una estación de la policía y ni siquiera sabía bajo qué cargos.
El policía que la detuvo, había seguido instrucciones de otro que veía por una cámara a todo el que transitaba por esa calle, y éste había ordenado que la detuvieran.
Policía: Buenas tardes ciudadana, identifíquese por favor, dijo el policía haciendo el saludo militar-. Mi amiga se extrañó mucho pero reaccionó de la mejor manera posible.
-Buenas tardes dijo, y comenzó a meter la mano en la cartera buscando su carnet de identidad. -Deje ver si ando con el carné..., dijo contrariada. ... Ah! Aquí está, tenga., y se lo estira en un gesto de resignación, pero poniendo cara de nada.
El policía comienza a ver, leer, -nunca sé lo que hacen los policías con los documentos-, el documento. Inmediatamente se aleja un poco de mi amiga y llama por la radio. Mi amiga escucha que dice: -Aquí tengo a la ciudadana.
Luanda: Pasa algo agente?
Policía: Quédese tranquila, es rutina. Y sigue tratando de comunicarse por la radio.
Acostumbrada a la espera, al papeleo, a que estos policías de Carraguao o Sibanicú, que apenas saben leer y escribir, cuyo uniforme es la primera ropa decente que se ponen en su vida, entrenados para tratar con lagartijas, aprendan a descifrar los nombres habaneros y luego a pronunciarlos; Luanda hace un gesto de resignación y se dispone a esperar las diligencias que este tenga que hacer. Total, ella no tenía nada que ocultar ni había incurrido en ninguna falta, más allá de un poco de café clandestino que se había tomado por la mañana.
Luego de esperar unos minutos, se acerca al policía.
Luanda: Está todo bien agente? Puedo seguir mi camino?
Policía: No, todavía no. Y sigue tratando de comunicarse por la radio.
Luanda: Peeeeeroo...., si no puedo seguir mi camino entonces estoy detenida, y si estoy detenida debe explicarme lo que está pasando.
Policía: Usted está bajo investigación, dice el policía y sigue tratando de comunicarse por la radio.
Luanda: Qué qué, bajo investigacióooooon? Pero investigación de qué, por qué?
El policía no sabe, no contesta, no dice nada. Y no le responden por la radio.
Luanda: Agente, por favor, a mi me están esperando en un lugar, yo tengo el tiempo contado. Dígame lo que está pasando o lléveme presa, pero no me tenga aquí bajo este sol así de gratis porque yo tengo muchas cosas que hacer, además es un derecho que tengo. Si estoy bajo investigación me tiene que instruir de cargos, asi que le pido que me diga ahora mismo lo que está pasando.
Policía: No me falte el respeto ciudadana, que eso es desacato.
Luanda: (gritando) -No, el respeto me lo está faltando Ud. a mí teniéndome aquí sin decirme nada. Yo no puedo irme porque Ud. tiene mis documentos, así que dígame que está pasando, y mejor me lo dice rápido porque ya esto me está trayendo perjuicios.
Policia: Estése tranquila ciudadana! Dónde vive Ud?
Luanda: Que donde vivo yo? Pero no vio el carnet?, ademas si estoy bajo investigación Ud. debe saber mejor que yo donde vivo. Mire, yo no le voy a facilitar las cosas, Ud. no va a hacer su trabajo a costa mía. Es más, si Ud. no me puede explicar lo que está pasando traigame a alguien que pueda hacerlo, yo quiero hablar con un superior suyo, con alguien que me pueda decir algo, porque yo no entiendo nada. Ya llevamos como diez minutos aquí y yo no tengo la culpa de que esa radio no funcione, ese no es problema mío!
Se acerca otro policía y entre los dos hablan.
La gente pasaba y miraba a mi amiga con cara de asombro, los autos aminoraban la marcha. Y mi amiga seguia gritando:
-Yo lo que quiero es una patrulla que me lleve a la estación para hablar con alguien con autoridad! Es más cuando se comunique por ese aparato pida un patrullero, porque yo soy la que quiero hablar con alguien. Y desde ya le digo que le estoy cogiendo el número de la chapa, esto no se va a quedar asi!
La gente le hacía gestos de apoyo a mi amiga, mientras ella sacaba un papelito y anotaba el número de chapa del policía. Un auto con un matrimonio trataba de estacionar justo delante de la vereda donde mi amiga estaba parada. Luanda los mira desafiante, con cara de pocos amigos, ellos en un gesto complice le susurraron bajito: -cálmate muchacha, haces bien en defenderte, pero cálmate.
Cuando finalmente el aparato se decide a funcionar, al policía no le queda más remedio que decir: ...la ciudadana está fuera de control, dice que quiere ir a la estación, que no quiere hablar conmigo. Cambio y Fuera/
A los pocos minutos llega el patrullero y mi amiga se mete en el auto, después de haber dejado bien claro que el policía iba a tener que dar cuentas a sus superiores de lo que había pasado. Una vez en la estación hizo la llamada.
Después de hablar con la jerarquía de la Unidad, que por cierto, terminaron pidiéndonos disculpas, salió a relucir que mi amiga estaba vestida “atípicamente”, y que ellos estaban combatiendo una especie de prostitución de nuevo tipo que había surgido en La Habana, donde las chicas se vestían de un modo muy “particular”. Dios Santo! Debo decir que eran las doce del mediodía de un sábado cualquiera, y mi amiga llevaba una blusita verde de tiranticos, un jean ancho, unas ojotas de piel, una gorrita en la cabeza, y una bandolera cruzada. Nunca supe, ni siquiera ellos me pudieron explicar qué prenda había sido objeto del desajuste, nunca supe cual hubiera sido en ese caso la regla del buen vestir, nunca entendí qué era atípico y particular, nunca supe que coño les importaba, nunca supe qué decir. El caso es que ahora estoy haciendo las maletas para irme a La Habana y no tengo ni la menor idea de lo que voy a poner. Tengo la idea fija de que la blusa verde de tirantes fue la causa de la tormenta, y entonces me digo: nada de tirantes! O tal vez las sandalias? Huuuum, con el calor que hace en La Habana estoy muy tentada a llevar ropa de invierno.